jueves, 3 de noviembre de 2011

Recomendación: “La  Balada  de  Narayama”, Película de Japón. Género: Drama.  
Largometraje que ganó la Palma de oro en 1983        
(La pueden encontrar fácilmente en internet)
Las culturas lejanas y diferentes a la nuestra; nos resultan extrañas, sorprendentes o hasta inexplicables.  Costumbres y traiciones transmitidas de generación a generación, de manera expresa o tacita, aprendidas de manera consciente o asimilada sin sentir.
La película “La Balada de Narayama” nos coloca bruscamente frente a la vida cotidiana de una aldea japonesa del siglo XIX, pobre y  muy rudimentaria en sus formas de convivencia.  Presenta de manera cruda e impactante cuestiones de orden moral, social,  hasta sanitarias, que nos hacen reflexionar sobre lo “bueno y lo malo”
Las imágenes  de la película van aumentando los cuestionamientos  de quienes las  observamos, porque  maneja un tema muy sensible: la decrepitud (no la vejez), esa última etapa de la vida en que el anciano, por convicción o por tradición, sabe que en su grupo social ya no tiene cabida.
La anciana Orín, mujer cercana a cumplir los setenta años, está consciente de que su fin se acerca y prepara a la familia para que otra mujer cubra  los trabajos que ella atiende. Lo hace de manera razonada, ordenada, responsable  y  se dirige de manera tranquila hacia el momento inexorable de la su muerte, una muerte voluntaria, tradicionalmente aceptada; abandono forzoso, ritualista y honroso que  concluirá con su ciclo vital natural.
Pide al Consejo se reúna; ella asiste acompañada de su hijo mayor; cada uno de los presentes le da concejos sobre la manera en que debe comportarse en el viaje, recomendación que sellan con un trago de sake. 
Tatsuhei, su hijo, quien ha vivido inmerso en las mismas costumbres y tradiciones, es a quien corresponde llevarla  a Narayama, montaña sagrada, en cuya cima habita la divinidad y donde se va a reunir con sus antepasados. La lleva a cuestas; el trayecto es muy azaroso, física y moralmente penoso para el hijo. La anciana Orín asume su destino, con  grandeza, con humildad, como algo natural.
                               
En su ascendente camino van encontrando restos de los que le precedieron en la experiencia; a Tatsuhie le impacta, pero Orín, inmutable lo presiona sin palabras a continuar.
Los integrantes de la aldea, aunque comparten costumbres, no todos las aceptan de manera estoica; hay quien se revela a morir y hace todo lo posible por escapar a ese final trágico, actitud que representa una vergüenza para su familia y para toda la comunidad.
La película nos presenta algunas otras costumbres que sería interesante comentar, pero en este caso nos centramos únicamente en el fenómeno de ancianidad y muerte, para preguntarnos:
¿Qué se necesitaría para aceptar y respetar la diversidad de prácticas culturales? Tomando en cuenta que una de las actitudes comunes de los seres humanos es creer que la cultura propia es la mejor, la correcta, la única aceptable y los demás son los que están mal y deben cambiar.
La respuesta podría ser: envestirnos con mucho de  respeto, apertura de mente, conocimientos o preparación académica, sensibilidad, tolerancia, empatía…
Las  respuestas  podrían se múltiples, de acuerdo al contexto personal del observador; pero la única válida es la visión interna y personal.

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