miércoles, 2 de mayo de 2012

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EL DIÁLOGO. 


El diálogo es una conversación entre varias personas.  Saber conversar es una virtud y una buena conversación es un deleite que se puede disfrutar acompañada de una tacita de café, té, chocolate, un rico postre o incluso una copita de licor.
Hay personas que tienen el “don de la palabra” y pueden sostener una conversación interesante sin acaparar la atención y permitiendo que todos los participantes tengan la oportunidad de hablar y emitir opiniones y puntos de vista a veces discrepantes, pero que hacen de la plática una oportunidad de aprendizaje y convivencia.
En épocas pasadas, existía entre las familias y las amistades la costumbre de la “sobremesa”; después de haber degustado los alimentos, especialmente después de la comida del mediodía, se aprovechaba un espacio de tiempo para la conversación en- tretenida. El tiempo de “sobremesa” era cálido, permitía literalmente saborear no sólo los temas que informalmente se proponían, sino un vocabulario variado que a la vez  ilustraba la fuidez en el conocimiento de nuestro idioma y ampliaba la cultura de los comensales.
Eran otros tiempos y otras las condiciones en la conformación de las familias.  Hoy por hoy, difícilmente se reúnen a comer; las parejas trabajan cada una por su lado, los hijos con las ocupaciones escolares generalmente sin la supervisión de los padres y por supuesto la TV que con toda la revolución tecnológica que significó, también propició el “mutismo” doméstico. Cada miembro de la familia en su recámara con su TV privada,  cancela la oportunidad de diálogo,  cada quien vive inmerso en un mundo en el que nada más que los amigos y amigas tiene cabida.  Hay mucha comunicación, pero es una comunicación impersonal que impide mirar a la otra persona a la cara; es una comunicación fría porque las emociones se esconden detrás del monitor o del celular.
Intentar introducir de nuevo el hábito de la sobremesa en la reunión familiar, es una excelente forma de conocer el pensamiento de las generaciones adultas, las intermedias y las más jóvenes; comulgar con él o discrepar.  El riesgo es la discrepancia en las aficiones, los intereses y pasatiempos, pero eso no impide que la relación familiar sea cordial y respetuosa.  Los adultos mayores, pueden volver a introducir la práctica de la “sobremesa”, motivando a los otros miembros de la familia a departir en forma amena sobre temas de interés comunes.  Se puede predicar con el ejemplo.

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