miércoles, 3 de abril de 2013


LAS REDES DE APOYO



El tema  de las Redes de Apoyo,  referido a los adultos mayores,  tiene su justificación en dos aspectos que muchas veces pueden pasar inadvertidos no sólo para el adulto mayor, sino también para sus familiares. 
Existen diversos motivos por los cuales las personas en proceso de envejecimiento o en plena vejez, tienden al aislamiento.  Socialmente, se vuelven ermitaños que ya no disfrutan la convivencia o aunque la anhelen, sus amistades se han ido, se han distanciado o se han convertido en  ermitaños también.  Pero esta circunstancia es la peor actitud que pueden tomar, porque es una etapa de vida en la que más necesitado se está de acercamiento y calor humano.
Y es aquí donde se debe apreciar la bondad de las Redes de Apoyo tanto formales como informales.  Las formales son básicamente institucionales y están constituidas por  las instituciones de seguridad social a las que están afiliados una gran mayoría de viejos y no se debe  mirar con desprecio  el servicio que prestan,  porque finalmente en tales instituciones se atiende a través de especialistas los padecimientos de este cada vez más numeroso sector poblacional.
Hace unos días platicando con una persona mayor,  me decía que ella  nunca iba al médico, ni tomaba medicamentos  y prefería soportar las molestias que le provocaban sus achaques, porque era una pérdida de tiempo que la desesperaba y que no tenía paciencia para lidiar con “los malos modos” del personal.  Mi comentario al respecto fue que a esta edad, es necesario mantenerse vigilado por un médico especialista, medicado si es necesario y ser muy cauto con la alimentación. Y por lo que hace a la “pérdida de tiempo”, hay que mirarlo positivamente: no como una “pérdida”, sino como una “inversión”.   Es decir, no se “pierde el tiempo” en conservar la salud, sino “se invierte tiempo” en una mejor calidad de vida. Y si hay que llenarse de paciencia para tratar con algunas personas, pues hay que hacerlo.
Los adultos que hemos llegado a mayores, tenemos una historia de vida larga, durante la cual asumimos con responsabilidad el cuidado del esposo o esposa, de los hijos, quizá de los padres, de algunos familiares a los que acaso nos tocó atender; entonces, si ya cumplimos con nuestros deberes hacia otra personas ¿por qué hoy no dedicarnos tiempo a nosotros? ¿por qué no cuidar nuestra salud? Tenemos para ello, todo el tiempo del mundo.
Por lo que se refiere a las Redes de Apoyo informales, las más inmediatas son nuestros familiares más cercanos: los hijos, los nietos, las nueras, los yernos.  También somos responsables de fomentar y conservar buenas relaciones con los vecinos y los amigos de mayor confianza.  No es necesario tener una red de apoyo informal de 50 familiares o vecinos; 5 ó 6 son suficientes, si podemos contar con alguno de ellos en caso de necesidad.  Debemos recordar que “todos necesitamos de todos” y de la misma manera que podemos necesitar ayuda, también la podemos brindar cuando nos la pidan.
Y como no todo tiene que ser enfermedades y dolores, sino que también es necesario socializar, igualmente existen lugares en donde se reúnen personas con los mismos intereses y con las mismas inquietudes nuestras a hacer ejercicio, a practicar algún deporte, a cantar, a bailar, a realizar diversas actividades recreativas y se esparcimiento. Hay que mantenerse informado y asistir a las Casas de día, los Clubes de Viejos, a Conferencias, a Talleres, etc. Podemos observar que hay muchos viejos que se la pasan bien conviviendo con otros viejos y hasta  viajan con frecuencia;  todo depende de las aficiones y las posibilidades físicas y económicas de cada quien.
Como pueden observar, las Redes de Apoyo también sirven para aglutinar y cohesionar a los viejos propiciándoles un “sentido de pertenencia” que los hace sentir acompañados, aceptados y  solidarios con sus pares.
Y como no quiero terminar este comentario sin mencionar algún suceso ocurrido en el mes de abril relevante especialmente para el Estado de Hidalgo, revisando las efemérides me enteré que en abril de 1812, se concedió a Pachuca el “título de ciudad” mediante el pago de $ 3000 que hizo Don Francisco de P. Villaldea.  Aunque no hay evidencia documental al respecto, la referencia a este acontecimiento la hace el cronista Teodomiro Manzano Campero, un ilustre educador e historiador originario de Real del Monte, quien realizó un destacado trabajo de recopilación de sucesos del Estado de Hidalgo.  La obra en la que menciona el hecho, es Anales del Estado de Hidalgo, que contiene como su nombre lo indica, una relación de sucesos por años y que es pionera en la historiografía hidalguense. Este documento consta de dos partes: la primera contiene  desde el año 608 hasta el año 1868 y la segunda desde el año 1869 hasta el 1927.  El documento en su totalidad fue editado por vez primera por la Universidad del Estado de Hidalgo en 1922 y el Gobierno del Estado hizo una segunda edición en 1947. La Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo realizó una primera edición facsimilar en 1989. Aunque hay otros autores que mencionan la realización del hecho en abril de 1813, su fuente original sigue siendo Don Teodomiro Manzano Campero. Así que en 1812 o 1813, el suceso ocurrió en el  mes de abril.

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