EL LÉXICO Y
LA COMUNICACIÓN INTERGENERACIONAL
(Resumen)
Es interesante observar que a cada
generación le corresponde un léxico distinto como consecuencia directa de la
constante evolución del lenguaje. De esta forma es corriente que las
generaciones conserven gran parte de las características léxicas adquiridas
durante la juventud.
Aquello que más define el léxico de la
juventud es el argot. Se trata de un vocabulario creado por los propios jóvenes
formado por palabras inventadas o modificando el significado de éstas. Ya sea
voluntaria o involuntariamente, el argot juvenil es una forma de diferenciarse
de las demás generaciones y de esta forma reforzar el sentimiento generacional.
Aun así, el argot no suele ser una fuente de
conflictos comunicativos entre generaciones puesto que todas ellas saben
adecuar su registro lingüístico a la situación como veremos más adelante. A
parte, en muchos casos el léxico de los jóvenes no es tan rico o elaborado como
el de los adultos aunque esto es más dependiente de la clase social que de la
generación.
En cuanto al léxico de los adultos es el que podríamos calificar como
estándar. Es el tipo de lenguaje que oímos en todos los canales de comunicación
de masas ya sea en la radio, la tele o en cualquier tipo de señalización
escrita. Aun así, es obvio que la corrección y la formalidad dependen de la
situación en que nos encontremos pero esto ya no viene determinado por la
generación de la cual formemos parte.
Los adultos también pueden
mantener algunos elementos de su argot juvenil que a veces pueden resultar
totalmente "pasados de moda". Aparte, también es corriente que en
determinados grupos profesionales se desarrolle un argot o jerga profesional
que en ocasiones puede resultar aún más críptico que el argot juvenil.
Como es lógico, el lenguaje propio de la tercera edad es el más lejano
en el tiempo y, aunque es totalmente comprensible, puede resultar extraño a las
generaciones más jóvenes. Suele ser también un léxico bastante correcto.
Podríamos afirmar que las generaciones son grupos
culturales distintos y como tales tienen unas creencias, valores, códigos
lingüísticos y preocupaciones diferentes.
Debemos
constatar que las personas varían la comunicación en función de quien sea el
receptor; es otro de los muchos determinantes de las actitudes. Esta variación
suele hacerse intencionadamente ya sea para reducir o aumentar las diferencias
entre los interlocutores ya sean de tipo cultural, social o generacional. Por
tanto, la comunicación entre generaciones se verá determinada por esta voluntad
de modificación.
Por ejemplo, es evidente que un adolescente no
utilizará por igual el argot cuando esté entre los miembros de su generación
que cuando esté hablando con su abuelo. Pero también se podría dar la situación
en que el joven acentúe esta característica de su comunicación para remarcar
una distancia. Por ejemplo en el caso de una discusión entre padre e hijo. Otra
consecuencia de estas variaciones en la comunicación podría ser el hecho de que
con la intención de ponerse al mismo nivel comunicativo de la otra generación
se haga de forma inadecuada y no se consiga más que confundir al otro.
Es el caso de aquellos padres que para
acercarse a sus hijos imitan el modelo comunicativo de su generación adoptando
incluso el argot. Esto puede producir una reacción de rechazo en el hijo en vez
del acercamiento deseado. En mi opinión, es positivo intentar equipararse a las
otras generaciones para una mejor comunicación pero para ello no se debe
abandonar el modelo comunicativo propio y habitual ya que corremos el riesgo de
resultar totalmente grotescos para la otra generación.
La
generación joven puede tener tendencia a tratar a las otras generaciones como
si no fueran capaces de valerse por sí mismas y esto puede resultar en una
reducción importante del nivel de autoestima del otro. Tomemos por ejemplo el
caso de una enfermera de un geriátrico. Si ésta se dirige a los ancianos de
forma sobreprotectora o condescendiente no hará más que hacerlos sentir
inservibles y poco menos que inútiles. Este hecho, que en un principio se hace
con toda la más buena intención, resulta- en la mayoría de los casos-
totalmente contraproducente.
Los
ancianos no siempre son pasivos y dependientes; muchos, quizás la mayoría, son
activos y con capacidades suficientes para valerse por mismos. Las actitudes
excesivamente sobreprotectoras o las formas de hablarles condescendiente pueden
en muchos casos acelerar la vejez por el hecho que dichas actitudes menguan su
autoestima.
Nunca
anteriormente como en el siglo XX, un periodo tan relativamente corto de tiempo
supuso unos cambios tan radicales y a tantos niveles. Esto hace que los modelos
sociales, políticos, etc. que las generaciones más viejas asumieron resulten
completamente caducos en la actualidad. Quizás por este motivo en épocas
pasadas en que las nuevas generaciones se encontraban con una sociedad igual
que la de sus padres o abuelos era mucho más importante el respeto hacia las
generaciones mayores. En este sentido, todavía encontramos grandes diferencias
entre las relaciones intergeneracionales de las sociedades Occidentales y las
sociedades Orientales donde, aunque también está cambiando, se preservan los
valores de respeto hacia los más mayores, población anciana que se ve
incapacitada (aunque no siempre incapaz) de tener un papel activo y productivo
en la sociedad.
La
incorporación de la mujer al ámbito laboral ha motivado el desarrollo de un
nuevo papel a los abuelos que ahora pasan a ser de gran importancia en la
educación de los niños estableciéndose así un nuevo medio de contacto
intergeneracional.
Podemos
afirmar que actualmente hay falta de espacio y tiempo para la comunicación
intergeneracional. Esto puede ser debido a las tan cacareadas lacras de nuestra
sociedad, una sociedad individualista, competitiva, deshumanizada y donde
prevalece la imagen por encima de la palabra. Así pues, es difícil encontrar
momentos y espacios en los que diferentes generaciones tengan la oportunidad de
comunicarse y establecer contacto.
Sea
como sea, es evidente que para una convivencia solidaria es totalmente
necesario establecer contactos de comunicación saludable y este es el motivo
por el cual la comunicación intergeneracional es de vital importancia para el
desarrollo armónico de nuestras sociedades. La reiterada falta de comunicación
o la comunicación distorsionada y enfermiza es responsable de numerosas
enfermedades físicas y mentales. Evitarlo y vivir en el goce de la felicidad
depende exclusivamente de nosotros; ello esta pues en nuestras manos.
Fuente:
Maria Àngels Viladot i Presas.
Doctora en
Psicología de la Comunicación.
Exprofesora de la Univesidad Autónoma de Barcelona.
Profesora consultora de la Universidad Oberta de Catalunya.
Miembro de la International Communication Association.
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