martes, 20 de enero de 2015








EL  LÉXICO Y  LA  COMUNICACIÓN  INTERGENERACIONAL
(Resumen)


Es interesante observar que a cada generación le corresponde un léxico distinto como consecuencia directa de la constante evolución del lenguaje. De esta forma es corriente que las generaciones conserven gran parte de las características léxicas adquiridas durante la juventud.
Aquello que más define el léxico de la juventud es el argot. Se trata de un vocabulario creado por los propios jóvenes formado por palabras inventadas o modificando el significado de éstas. Ya sea voluntaria o involuntariamente, el argot juvenil es una forma de diferenciarse de las demás generaciones y de esta forma reforzar el sentimiento generacional.
 Aun así, el argot no suele ser una fuente de conflictos comunicativos entre generaciones puesto que todas ellas saben adecuar su registro lingüístico a la situación como veremos más adelante. A parte, en muchos casos el léxico de los jóvenes no es tan rico o elaborado como el de los adultos aunque esto es más dependiente de la clase social que de la generación.
En cuanto al léxico de los adultos es el que podríamos calificar como estándar. Es el tipo de lenguaje que oímos en todos los canales de comunicación de masas ya sea en la radio, la tele o en cualquier tipo de señalización escrita. Aun así, es obvio que la corrección y la formalidad dependen de la situación en que nos encontremos pero esto ya no viene determinado por la generación de la cual formemos parte.
 Los adultos también pueden mantener algunos elementos de su argot juvenil que a veces pueden resultar totalmente "pasados de moda". Aparte, también es corriente que en determinados grupos profesionales se desarrolle un argot o jerga profesional que en ocasiones puede resultar aún más críptico que el argot juvenil.
Como es lógico, el lenguaje propio de la tercera edad es el más lejano en el tiempo y, aunque es totalmente comprensible, puede resultar extraño a las generaciones más jóvenes. Suele ser también un léxico bastante correcto.
Podríamos afirmar que las generaciones son grupos culturales distintos y como tales tienen unas creencias, valores, códigos lingüísticos y preocupaciones diferentes.
Debemos constatar que las personas varían la comunicación en función de quien sea el receptor; es otro de los muchos determinantes de las actitudes. Esta variación suele hacerse intencionadamente ya sea para reducir o aumentar las diferencias entre los interlocutores ya sean de tipo cultural, social o generacional. Por tanto, la comunicación entre generaciones se verá determinada por esta voluntad de modificación.
 Por ejemplo, es evidente que un adolescente no utilizará por igual el argot cuando esté entre los miembros de su generación que cuando esté hablando con su abuelo. Pero también se podría dar la situación en que el joven acentúe esta característica de su comunicación para remarcar una distancia. Por ejemplo en el caso de una discusión entre padre e hijo. Otra consecuencia de estas variaciones en la comunicación podría ser el hecho de que con la intención de ponerse al mismo nivel comunicativo de la otra generación se haga de forma inadecuada y no se consiga más que confundir al otro.
 Es el caso de aquellos padres que para acercarse a sus hijos imitan el modelo comunicativo de su generación adoptando incluso el argot. Esto puede producir una reacción de rechazo en el hijo en vez del acercamiento deseado. En mi opinión, es positivo intentar equipararse a las otras generaciones para una mejor comunicación pero para ello no se debe abandonar el modelo comunicativo propio y habitual ya que corremos el riesgo de resultar totalmente grotescos para la otra generación.
La generación joven puede tener tendencia a tratar a las otras generaciones como si no fueran capaces de valerse por sí mismas y esto puede resultar en una reducción importante del nivel de autoestima del otro. Tomemos por ejemplo el caso de una enfermera de un geriátrico. Si ésta se dirige a los ancianos de forma sobreprotectora o condescendiente no hará más que hacerlos sentir inservibles y poco menos que inútiles. Este hecho, que en un principio se hace con toda la más buena intención, resulta- en la mayoría de los casos- totalmente contraproducente.
Los ancianos no siempre son pasivos y dependientes; muchos, quizás la mayoría, son activos y con capacidades suficientes para valerse por mismos. Las actitudes excesivamente sobreprotectoras o las formas de hablarles condescendiente pueden en muchos casos acelerar la vejez por el hecho que dichas actitudes menguan su autoestima.
Nunca anteriormente como en el siglo XX, un periodo tan relativamente corto de tiempo supuso unos cambios tan radicales y a tantos niveles. Esto hace que los modelos sociales, políticos, etc. que las generaciones más viejas asumieron resulten completamente caducos en la actualidad. Quizás por este motivo en épocas pasadas en que las nuevas generaciones se encontraban con una sociedad igual que la de sus padres o abuelos era mucho más importante el respeto hacia las generaciones mayores. En este sentido, todavía encontramos grandes diferencias entre las relaciones intergeneracionales de las sociedades Occidentales y las sociedades Orientales donde, aunque también está cambiando, se preservan los valores de respeto hacia los más mayores, población anciana que se ve incapacitada (aunque no siempre incapaz) de tener un papel activo y productivo en la sociedad.
La incorporación de la mujer al ámbito laboral ha motivado el desarrollo de un nuevo papel a los abuelos que ahora pasan a ser de gran importancia en la educación de los niños estableciéndose así un nuevo medio de contacto intergeneracional.
Podemos afirmar que actualmente hay falta de espacio y tiempo para la comunicación intergeneracional. Esto puede ser debido a las tan cacareadas lacras de nuestra sociedad, una sociedad individualista, competitiva, deshumanizada y donde prevalece la imagen por encima de la palabra. Así pues, es difícil encontrar momentos y espacios en los que diferentes generaciones tengan la oportunidad de comunicarse y establecer contacto.
Sea como sea, es evidente que para una convivencia solidaria es totalmente necesario establecer contactos de comunicación saludable y este es el motivo por el cual la comunicación intergeneracional es de vital importancia para el desarrollo armónico de nuestras sociedades. La reiterada falta de comunicación o la comunicación distorsionada y enfermiza es responsable de numerosas enfermedades físicas y mentales. Evitarlo y vivir en el goce de la felicidad depende exclusivamente de nosotros; ello esta pues en nuestras manos.                                
Fuente: Maria Àngels Viladot i Presas. 

Doctora en Psicología de la Comunicación. 

Exprofesora de la Univesidad Autónoma de Barcelona. 

Profesora consultora de la Universidad Oberta de Catalunya. 
Miembro de la International Communication Association.


No hay comentarios: