viernes, 3 de mayo de 2013


Tanatología y redes de apoyo




En este espacio se ha comentado sobre la importancia de mantenerse bien comunicado y en buena relación con los seres más cercanos tanto en el espacio, es decir, los vecinos, los amigos que viven en la misma calle, la misma colonia, la misma ciudad, el mismo país, etc. como los más cercanos en los afectos, es decir, los hijos, los nietos, las nueras, los yernos, etc.


Y ciertamente, para todas las personas, especialmente para los adultos mayores es imprescindible tender una red de apoyo que pueda brindar precisamente “apoyo”, auxilio, en caso de requerirlo.  Muchas personas ni siquiera saludan al vecino que se encuentra puerta con puerta y por esa razón tampoco tienen la confianza de pedir un favor si lo necesitan. Tampoco se trata de estar molestando a todos las personas cercanas, pero siempre es útil saber a quién poder pedir un favor y también saber quién está dispuesto a realizarlo. 


Lo apuntado anteriormente, es válido en cuanto a las relaciones con las otras personas, pero también es necesario mantener una buena relación con nosotros mismos. Pareciera que esto no tiene sentido, pero lo tiene y lo quiero relacionar con la tanatología.


La tanatología ciertamente estudia el fenómeno de la muerte; mirado desde este ángulo parecería muy simple. Sólo que el fenómeno trae entrelazados aspectos que tienen que ver con las emociones del ser humano. La muerte de un ser querido representa la pérdida de una presencia amada y ocasiona sufrimiento; sin embargo, cualquier tipo de pérdida afecta las emociones de los seres sensibles y no sólo los viejos somos sensibles.  Si un niño pierde un juguete o a su mascota, sufre.  Si un estudiante pierde el año escolar, sufre.  Si un joven o una joven pierden al novio o a la novia, sufre.  Si un adulto pierde su trabajo, su casa, su familia, sufre. Estas situaciones aunque pudieran parecer cursis o triviales, no lo son, ya que involucran pérdidas que en distintos tiempos y por diferentes conceptos, ocasionan sufrimiento. Se han mencionado ejemplos que involucran una sola pérdida. Pero el ser humano también puede acumular pérdidas y sufrimientos que literalmente lo llegan a sumir  en depresión si no es tratado y atendida por un profesional de la salud. A mayor abundamiento, traigo el siguiente ejemplo.


Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar la historia de un famoso actor de cine y televisión, que en sus años mozos por su apostura y buena presencia hizo papeles de galán; el trabajo nunca le faltó y llegó a alcanzar fama y una buena posición económica. Pero pasó el tiempo, como dice la canción ”la edad se le vino encima”, su imagen física comenzó a deteriorarse, los llamados de los productores de películas se espaciaron, los papeles que ofrecían ya no eran de galán y por lo mismo eran mal pagados. Con los pocos ahorros que tenía invirtió en un mal negocio que lo hizo perderlos y como consecuencia de toda esa historia, sin la posibilidad de volver a trabajar como en los viejos tiempos, cayó en un estado de depresión del que nadie fue capaz de sacarlo.  Se abandonó por completo, no quería comer, no se quería bañar, no quería salir a la calle ni ir a visitar amigos o familiares; en pocas palabras, perdió el interés por vivir, perdió el interés por luchar, enfermó y con el grado de desnutrición que alcanzó, fue imposible sacarlo adelante. Finalmente falleció.


Si analizamos esta historia, las pérdidas que sufrió este hombre se fueron encadenando. Primero perdió la juventud, luego perdió el trabajo, más tarde perdió el dinero y por último perdió la dignidad. El ser humano por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia, debería perder el respeto por sí mismo. Se podría pensar que el final de todos los seres humanos es el mismo; más tarde o más temprano todos vamos a morir.  Pero el acto de morir debiera ser tan digno como el de vivir.  Las pérdidas que se sufren a lo largo de la vida, provocan dolor, pena, aflicción, sin embargo tienen que ser asumidas, viviendo el duelo y dando el tiempo necesario para que las heridas sanen.


Y retomo mi dicho al inicio de este tema.  La buena relación con nosotros mismos y la aceptación de nosotros mismos, sabiendo que somos sensibles y que podemos llorar para el desahogo de nuestro sufrimiento, nos pone en ventaja para lograr una vida sana  exitosa y  terminarla satisfactoriamente para irnos en paz.







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